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Abū al-Hasan ‘Ali ben Saad (أبو الحسن علي), Emir de Granada, llamado Mulay Hasan o, por los cristianos, Muley Hacén, accedió al trono en agosto de 1464, sucediendo a su padre Sa’d al-Musta’în cuando ya el Reino de Granada vivía fuertes conflictos internos que le impidieron sacar provecho militar de la guerra en Castilla. Con la sultana Aixa tuvo a su hijo Boabdil, que le quitaría el trono en 1482. En ese momento Mulay Hasan huyó de Granada con su hermano el Zagal para combatir a su hijo. En 1485 ya muy debilitado nombró heredero a su hermano, falleciendo ese mismo año en el castillo de Mondújar.
Una leyenda cuenta que Isabel de Solís, una noble castellana de gran belleza, fue apresada en una incursión nazarí y conducida cautiva a las mazmorras de La Alhambra. Allí, El Rey Mulay Hasan se enamoró perdidamente de ella, lo que hizo que descuidara sus asuntos de estado. El árabe convirtió a la joven cristiana al Islam y la declaró su favorita con el nombre de Zoraya, “lucero del alba”, lo que provocó la enemistad de la Sultana Aixa, madre de Boabdil. Se dice que de Isabel tuvo dos hijos: Don Fernando de Granada (c. 1460 – Burgos, marzo de 1512), cuarto marido de Mencía de la Vega, sin sucesión, y Don Juan de Granada, que se casó con Beatriz de Sandoval y tuvo descendencia. En cualquier caso, todas estás intrigas palaciegas supusieron la debacle del rey.
El romance no fué admitido por su celosa esposa, que se dedicó a levantar la corte en contra de su marido, dando lugar a una serie de enfrentamientos y dramáticos acontecimientos que terminaron en una sangrienta guerra civil. Cuenta la leyenda que cuando el rey Muley Hacen fue destronado por su hijo Boabdil, se retiró del mundo refugiándose en la alcazaba de Mondújar. Allí, alejado de todos, pasó sus últimos tiempos, con la única compañia de su favorita, Zoraya, y de los hijos que había tenido con ella.
Vivía el viejo rey amargado, siempre encerrado en la torre más alta de la fortaleza, mirando sin descanso las altas y lejanas cumbres de Xolair, que mas tarde se llamaría Sierra Nevada y escuchando las historias que sobre ella le contaba su amada Zoraya. De este modo, concibió el deseo de ser enterrado en ese lugar, lejos de los hombres, con la única compañía del cielo infinito.
Y así, sintiendo que su fin se aproximaba, pidió que lo sepultaran allí, donde nadie pudiera jamás turbar la paz de su espíritu. Y se dice que Zoraya cumplió su deseo, enterrándolo en lo más alto de la Sierra, entre las nieves eternas, donde sólo reina el silencio.
Desde entonces, el pico más alto de la península ibérica lleva el nombre del rey nazarí que renunció a su reino por amor y son muchas las búsquedas que se han hecho en la montaña para intentar localizar la tumba del monarca y los supuestos tesoros que debía contener, pero nunca ha sido hallada.